Un hombre que se lanza al vacío desde una ventana
no es más que un hombre que se lanza al vacío desde una ventana y sin embargo,
este hombre que se lanza al vacío desde una ventana podría ser mi hermano, aunque
mi hermano sólo encontró cuerdas amarillas y verdes con ropa húmeda. Encontró bragas
y sujetadores, una camiseta blanca, un pantalón rojo y cuatro pares de calcetines.
Una de las bragas, esa que es blanca con pequeños
lunares rojos, es la de Concha, la hija de la vecina del primero, terminó en su
boca y ahí estuvo un buen rato mientras de la cabeza, salía la sangre a borbotones empapando el cemento del patio, y se escuchó un grito que no salió de la garganta
de mi hermano.
Y rompió el silencio brusco mientras los ojos
de mi hermano seguían abiertos con las bragas en la boca amordazando un grito que
nunca llegó a dar.
Aunque tres días más tarde me llegó una carta, era el grito tapado por las bragas blancas con pequeños lunares rojos de la niña
Conchi.
Entonces yo grité por él.
Un grito tan denso que mató a mi canario y ahuyentó
a las palomas.
Un grito que nunca más he podido gritar.
Que nunca más he querido gritar.

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